domingo, 18 de octubre de 2009

El vendedor de globos


Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gentehabía dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse enla plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos deventa de cuanta cosa linda una pudiera imaginarse.Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejospopulares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos yequilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacíanhacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos yjuguetes para que los chicos gastaran allí los pesos que sus padres o padrinos les habían regalado con objeto de sus cumpleaños, opagándoles trabajitos extras.Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía detodos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por sutamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eranoriginales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas laspersonas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en quetoda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algoextraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estabaclarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora. El primer niño gritó:-¡Mira mamá un globo!Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a suschicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya habíasoltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Estohizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estabahaciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magníficoespectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida alcielo.Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejorescolores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que untropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá le comprara un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos,consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, yque eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas,tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos,miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si un honda angustiase hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, sedio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.-Te lo regalo, pequeño-le dijo el hombre con cariño, insistiéndolepara que lo tomara.Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía. Y el negrito lecontestó, en forma de pregunta:-Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que subetan alto como los otros globos de colores?Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:-Hace vos mismo la prueba. Soltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, ysu alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmentelo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, apalmotear, a reírse de puro contento y felicidad.Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecitaenrulada, le dijo con cariño:-Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni elcolor, sino lo que tiene adentro.

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